La lectura es la piedra angular de una formación humanista. No hay programa de estudios que pueda abarcar todo lo que puede aprenderse, y quien no lee, nunca será alguien realmente culto aunque pueda exhibir tres títulos universitarios. He conocido personas con altos niveles de instrucción en determinadas materias, que desafortunadamente expresan su poca afición a los libros, salvo los que han precisado para su formación académica. Incluso supe de un estudio realizado en un centro con mayoría de trabajadores profesionales, donde se comprobó el escaso o nulo hábito de lectura de un alto número de ellos, y por consiguiente, su pobre formación humanista. Estos estudios no se realizan con frecuencia, y hasta donde sé, este no se publicó. Sería interesante comprobar cuánto influye la falta de lecturas en comportamientos sociales y maneras de ejercer profesiones.

La lectura de poesía es tema aparte. La poesía exige un lector especial, con una sensibilidad educada desde tempranas edades, y no solo mostrando la poesía como hecho artístico, no solo la del verso escrito o leído, sino la poesía como una manera de relacionarnos con el mundo. Enseñar a apreciar lo sublime, a admirar lo realmente valioso desde el punto de vista humano o natural, desde la hormiga hasta el héroe, es el mejor modo, pienso, de conseguir que haya más lectores de poesía. La poesía es consustancial al ser humano, pero despertar ese gigante dormido es tarea de educadores, ya sea en la familia o la escuela, de educadores de sensibilidad. Lograrlo redundaría en una sociedad mejor, con ciudadanos menos violentos o egoístas, capaces de discernir lo importante de lo superfluo.

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