Amar la poesía y valorar altamente la amistad son cualidades que distinguieron a este hombre quien, como dijera el enorme poeta Antonio Machado, fue «en el buen sentido de la palabra, bueno». Llegó como llegan muchas veces los amigos más queridos, a través de otros amigos, y se instaló para siempre en el círculo de las personas inseparables, aunque estén físicamente distantes, de esas que nos preocupan, nos alegran y nos ayudan a vivir, porque no hay nada más benéfico que tener quien nos quiera y a quien querer. Él era un poeta no solo porque escribía, leía y difundía la poesía, sino porque se conducía de manera poética: hablaba en voz baja y respetuosa, y se emocionaba con pequeños detalles que para otros carecen de importancia. Lo vi llorar cuando hablaba de un amigo-hermano muerto, y emocionarse, también hasta las lágrimas, cuando leía una pieza poética que le parecía de excelencia. Conocer a este hombre, a este poeta, a este excelente ser humano es uno de los muchos regalos que agradezco a la poesía y a la vida que, aclaro, para mí son lo mismo. Lo que va dicho no es más que un mínimo homenaje al extraordinario ser humano que fue y seguirá siendo en la memoria de quienes tuvimos el honor y la alegría de conocerlo: el amigo, el poeta Andrés Castellanos, quien dejó a su paso por la vida y la poesía un halo de humildad y belleza espiritual difícil de superar. Para disfrute y conocimiento de los amigos de la poesía le cedemos la palabra, gracias a una entrevista que nos concediera.   

La poesía ayuda mucho a quienes la leen y la cultivan. ¿En qué consiste esta ayuda? ¿Has sentido tú personalmente este beneficio?

Desde joven me percaté de que la poesía ayuda: si estás enfermo y lees poesía el tiempo pasa y no te das cuenta, y llega un momento en que no sientes malestar alguno. Con la lectura de la poesía sientes el amor por la existencia, la compañía de algo que te arropa como a un niño cuando tiene frío. Es mi refugio natural desde que la descubrí. Para mí es analfabeto el que no lee poesía; quiero decir, el que no conoce esta escalera, que es infinita, y que te permite conocer más a la humanidad e interpretarla: es analfabeto del vivir. La lectura es la madre del pensamiento, que se va desarrollando independiente, abierto, como un elevado hijo del conocimiento.

 ¿Cómo llegó a ti la poesía? ¿Tuvo que ver con tu infancia y con tu familia? 

No tuvo que ver con mi familia. Ya adolescente, me encontraba estudiando en la Secundaria Básica José Antonio Echavarría, y allí formé parte de un taller literario. Al asistir a la biblioteca Elvira Cape me enteré de que existía el taller literario José María Heredia, y comencé a asistir. Llegué luego a ser responsable del taller, con la ayuda del poeta Efraín Nadereau. En Santa Rita y Reloj, a tres cuadras de mi casa, estaba la Dirección de Literatura. Los asesores eran Augusto de la Torre y Jesús Coss Cause. Allí nos regalaban libros de Ediciones Huracán, muchas obras de la literatura universal. En el taller imprimíamos boletines, hacíamos recitales (asaltos en centros de trabajo) y nos reuníamos quincenalmente, en viernes alternos. Marino Wilson y Nilvio Zaragoza estudiaban letras en la Universidad de Oriente, y en ocasiones asistían. Recuerdo a algunos de los miembros del taller: Soleida Ríos, Alberto Serret, Carlos Valerino, Pedro López Cerviño, Bárbaro Moracén. Cuando me convertí en maestro, la lectura me daba la posibilidad de ver la vida y desempeñar mi trabajo de una manera mejor. 

¿Cuáles son los grandes poetas que han influido en tus conceptos y valoración sobre la creación poética? 

Muchos poetas: José María Heredia, José Martí, Nicolás Guillén, Dulce María Loynaz, César Vallejo, Saint-John Perse, Octavio Paz, Vladimir Mayakovski.   

Has trabajado en varias instituciones de la cultura cubana: ¿qué lecciones personales has extraído de esas prolongadas y diversas actividades? 

En Santiago de Cuba trabajé por primera vez con Pedro López Cerviño, él como jefe de Educación Artística y yo como asesor, en el MINED. También laboré en el Teatro Heredia, en Radio Mambí, en la Dirección Provincial de Cultura, en el Teatro Nacional de Cuba. En estos centros de trabajo, Cerviño era el director. Siempre andábamos juntos y nos consultábamos los problemas; él era muy trabajador y creativo, y no le gustaba acumular tareas o problemas por resolver, buscaba y encontraba la solución lo más rápido posible. Eso fue un laboratorio de aprendizaje para mí. Nos llevábamos como hermanos, más que como amigos. En todas las esferas de la vida era especial. La poesía estaba en su persona, era parte de su ser íntimo. Trabajar con él y otras personas valiosas me ayudó a comprender mejor a la gente y a desarrollarme en sentido general, sobreponiéndome a los problemas, tratando siempre de encontrar soluciones. 

Has tenido tanto en Santiago de Cuba como en La Habana buenos amigos poetas. ¿Cómo consideras la amistad en general y la de los poetas en específico? 

La amistad es un niño que llora y canta, y de pronto crece y te abraza. Un buen amigo puede sustituir a cualquier miembro de la familia. Y la amistad con los poetas es un ejercicio de encantamiento. Un arcoíris, un panal, es difícil de hablar de la amistad de un poeta. Por ejemplo, Roberto Manzano: es una mina en una pequeña porción de tierra donde encuentras humildad, agradecimiento, bondad, buenos frutos y poesía de la buena. Con Pedro López Cerviño conocí la amistad, la hermandad, que es una joya poética de muchos quilates. Esta amistad fue una relación de hermanos. Muchas veces me decía: Tú eres mi hermano, y me daba un abrazo. La amistad entre poetas es algo que va más allá. La poesía lo atraviesa todo, lo observa y lo devuelve más fuerte y en familia.   

¿Cómo era Cerviño y qué valores peculiares lo adornaban? 

Cerviño siempre parecía estar alegre, era muy espontáneo y muy desprendido de lo material. A quien le pedía ayuda le daba su mano amiga. Siendo director provincial de cultura en Santiago de Cuba realizó un viaje a la República Popular China. A su regreso, al entrar al edificio, subió repartiendo regalos hasta llegar a su oficina. Cuando pidió la liberación de la dirección provincial de Cultura sus compañeros lo llenaron de regalos, como una muestra de admiración y agradecimiento de todos los trabajadores y de todas las instituciones que radicaban en la provincia. Tenía un don para dirigir. Era un maestro de este arte tan difícil. Un día me dijo: No cambies más el radio. Y me enteré de que se iba a trabajar en una emisora, pues ya conocía la programación y a todos los locutores. Así, del Teatro Heredia pasó a dirigir Radio Mambí. Sentía amor por la radiodifusión, y se fue por voluntad propia. Al llegar allí lo revolucionó todo, la emisora la tenía, como se dice, en un bolsillo. Me pidió que escribiera un programa, era el primer programa del día; se trasmitía a las seis de la mañana. Lo estuve escribiendo de manera gratuita más de un año y medio.   

El mundo se ha complejizado y se muestra bastante oscuro: ¿qué pueden hacer los poetas para que haya esperanza de un cambio en el futuro? 

Habría que realizar eventos mundiales de poesía, congresos de poesía por la paz, mítines poéticos internacionales. Algo que fuera capaz de cambiar la sensibilidad y la mentalidad de las personas, trasformar la mentalidad consumista que actualmente prevalece. Si los poetas pudiéramos hacer un refugio gigante para todos, para que haya igualdad en el universo, ya lo tendríamos. A los poetas siempre se unen hombres de bien, de los que hacen todo con el tic tac del alma, con el ritmo del corazón. Se unen en una misma causa, y en lo oscuro ponen a brillar la esperanza, cantando a la paz y a la vida, prestando con ello un magnífico servicio a la humanidad. 

La poesía suscita alegría al que la produce, pero también tensión y esfuerzo en el momento de alcanzar mejores resultados. ¿Cuáles son tus ejercicios en ese aspecto? 

Al escribir procuro buscar comunicación con mis prójimos: que me entiendan es mi constante preocupación. Tacho, subrayo, leo y releo. Es un hábito que tengo también a la hora de leer. Leo mucho. Cuando paso un día sin leer no me siento bien. En los momentos que uno produce poesía está en un estado que es como un sueño, a veces uno no cree en lo que ha escrito. Leer en un espacio público, que te reconozcan como poeta, te aplaudan y te llamen para hablar de tu obra es algo que causa una gran satisfacción. Pero cuando llega el día, se piensa en ello con alegría y susto, hasta que llega la hora. Es un día muy hermoso. 

Escoge uno de tus libros de poesía, que se encuentre editado o inédito, y expón cómo lo realizaste y los sentimientos y valoración que te produce. 

Mi libro Oración del cuerpo, un poemario que se publicó por la editorial alternativa LetrAbierta. Todo fue muy bueno, hecho con mucho amor, pero el final fue muy triste, porque el impulsor de la publicación, y editor del libro, no lo vio publicado. Esto produce mucha tristeza, algo que uno siente y explica con sumo dolor. El editor, Pedro López Cerviño, murió antes de que el libro saliera de la imprenta. 

Ver uno de sus libros publicados es una de las más grandes aspiraciones y alegrías de los creadores de poesía. ¿Qué opinión tienes sobre esto? 

Un libro es como una semilla en un huerto, una semilla en desarrollo, que se puede ver crecer y valorar con una satisfacción que hace que nos sintamos más humildes. Tener el libro en las manos es como tener un capullo que, al abrirse, volará a otros sitios, a otras manos. Un escritor, después de terminado un libro, lo siente como una prolongación de sí mismo, como un hijo. Para mí un libro de poesía es algo que tiene vida y expresión propias. Siento que la poesía me restaura la vida. 

REYNA ESPERANZA CRUZ


Andrés Castellanos Toledanos, poeta y promotor, nació en Santiago de Cuba el 20 de noviembre de 1950. Publicó un libro de versos: Oración del cuerpo, y dejó inédito Retrato con palabras al fondo. Dio a conocer múltiples textos suyos en revistas nacionales y extranjeras. Se graduó en la Universidad de Oriente de Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Fue compositor musical, además de escritor. En su natal Santiago de Cuba se desempeñó durante muchos años en labores de educación artística y promoción cultural. Al radicarse en La Habana se vinculó a distintas esferas del Ministerio de Cultura. En sus últimos años trabajó en el equipo de realización de la revista de poesía AMNIOS. Junto a Pedro López Cerviño, a quien lo unía una amistad sólida y permanente, materializó proyectos poéticos y de las artes visuales de diverso carácter. Era persona de cualidades morales extraordinarias, con un elevadísimo concepto de la amistad y una integridad espiritual digna de encomio. Murió en Matanzas el 15 de abril del 2023.


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