Conocí personalmente a este singular poeta en el año 2017, invitados ambos a un evento en la siempre hospitalaria Nueva Gerona. Volvimos a coincidir al año siguiente en su Ciego de Ávila natal. En ninguna de estas ocasiones nos acercamos del modo en que ocurre casi siempre que se encuentran los poetas, con camaradería o fraternidad instantáneas. No fue hasta febrero de 2022, en la ciudad de Camagüey, que pude conocerlo realmente, y descubrí en él a una persona encantadora, de cultura exquisita, de buenos modales, lleno de amor por su familia, especialmente por su pequeño sobrino, al que soñaba encaminar en el arte, dada su precoz inclinación por la música. Hablamos sobre recetas de cocina, pintura, moda, libros, autores, sucesos personales, manías para escribir, música y mucho más, porque era un conversador ameno y un oyente atento a su interlocutor. Regresé de ese viaje con la dicha de haber ganado otro amigo, de haber añadido un nuevo nombre a mi lista de personas admirables. Había aceptado responder una entrevista que unos días después le envié. A mediados de agosto, nos comunicó que ya tenía algunas respuestas, pero no había concluido por estar inmerso en un trabajo, no recuerdo si relacionado con la plástica o el teatro, y por algunos problemas familiares. Poco después supimos de su fallecimiento, así, como un rayo en cielo despejado. Mucho lo lamentamos, porque se iba a destiempo un poeta, un buen ser humano, un amigo tan recientemente ganado. Gracias a la ayuda de Heriberto Machado, incondicional amigo de José Rolando, pude obtener este fragmento de entrevista que hoy ponemos a disposición de los lectores. Sirva como un pequeño homenaje al poeta, al artista de la plástica, al excepcional ser humano que fue y sigue siendo para quienes lo quisimos y admiramos, José Rolando Rivero.

 

Hay siempre una pregunta de rigor para un poeta, por la vuelta continua que realizan en su trabajo creador hacia los orígenes. ¿Cómo la poesía llegó a ti? 

No se puede precisar cuándo, o por qué, se encuentra uno en (o con) el arduo camino que entraña la percepción de la poesía, «ese misterio». Aceptar esa vía encuentra similitudes con el hallazgo de la fe. Ambas circunstancias semejan un «salto al vacío».

 

Has cultivado varias artes a lo largo de tu trayecto vital. ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Colaboran o se enemistan? ¿Constituyen en el fondo un solo impulso de expresión?  

Lo que deviene «creación visual», sigue el mismo camino que lo que deviene «creación escritural». Una imagen no «vale más que mil palabras»: una imagen vale lo que vale una imagen, y una palabra vale lo que vale una palabra (que siempre es mucho, en ambos casos). Es lo que hacemos con esos valores latentes, lo que permite, o no, alcanzar desde un solo impulso de expresión, la esencialidad artística (o poética) del acto creativo. 


Durante el renacimiento y la ilustración abundaba el escrito en que polemizaban por el reinado de las artes la pintura y la poesía. Para algunos ganaba la pintura, para otros la poesía. ¿Cómo ves esa antigua polémica? ¿Cuáles son tus experiencias al respecto?

Puede haber tanta verdad, o tanta belleza, en el Campo de relámpagos de Walter De Maria, como en la Divina comedia de Dante Alighieri (aun en una sinfonía de Beethoven, en una tragedia de Shakespeare o en un filme de Tarkovski). Asistir a un enfrentamiento de esos diferentes modos de expresar una realidad esencial, siempre conducirá a la esterilidad. Por eso quienes polemicen sobre este tema, nunca llegarán a ponerse de acuerdo.


Los poetas gustan mucho hablar del último libro que están escribiendo. ¿Te gustaría comentarnos qué escribes ahora? O al menos, ¿qué direcciones de la realidad te interesa tratar más ahora que antes?

Pienso, con Valery, que una obra no es nunca una cosa acabada, sino abandonada, así que estoy en el preciso instante de abandonar la que considero continuación de Bosques fractales, mi libro anterior. En Imágenes residuales continúo la exploración en el sentido del desplazamiento y la pérdida, esta vez desde la prevalencia del «error» (concebido como imperfección, impermanencia e incompletez), y su utilización en un sentido positivo como camino para llegar a «la certeza» (o a «la verdad», pudiéramos decir). El tiempo, como cuarta dimensión de la realidad, sigue siendo un tópico recurrente en este libro. Los paratextos, también aquí, son esenciales.


Fuiste distinguido con el Premio Nicolás Guillén, un hito en la vida de cualquier poeta cubano. Háblanos del universo humano y de las utopías artísticas que contiene el libro premiado. 

Esta pregunta acaso la he respondido, de alguna manera, en mi respuesta anterior. Es que ambos libros: Bosques fractales e Imágenes residuales, conforman «una experiencia» total, a la que he denominado Vida esquimal (que espero algún día ver publicada como lo que es, un solo corpus textual).


Mencióname tres poetas de la literatura universal que siguen siendo modelos para ti, y describe en qué consiste para ti su eterno influjo.

José Martí, Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Rainer Maria Rilke, Seamus Heaney, Tomas Tranströmer. 


Entrevistó: REYNA ESPERANZA CRUZ


JOSÉ ROLANDO RIVERO (Ciego de Ávila, 1957-2022). Escritor y creador visual. Publicó los poemarios El veedor de los tañidos (Ediciones Fidelia, 1990), Santa Palabra (Editorial Letras Cubanas, 1996), Advocación del siervo (Ediciones Unión, 2012), Áridas palabras (Editorial Ávila, 2012), y Bosques fractales (Editorial Letras Cubanas, 2016). Ha obtenido, entre otros, los premios Roque Dalton, Ávila, Pinos Nuevos, Eliseo Diego, Nicolás Guillén y La Gaceta de Cuba. Textos suyos aparecen, entre otras, en las publicaciones periódicas La Gaceta de Cuba, Revolución y Cultura, Norte, Prometeo, La Siempreviva, Videncia y Amnios. Poemas de su autoría fueron antologados en los volúmenes Poesía Cubana Hoy (Editorial Grupo Cero, 1995) y Silencio anterior a todo ruido (Editorial Ávila, 2008).  

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